Es posible que alguna vez te hayan mandado a hacer puñetas. Depende de si vives en España o en México, el significado puede haber variado. Pero en todos los casos el sentido de la expresión habrá sido similar: ¡Fuera de mi vista! ¡Aléjate! Pero entonces, ¿qué son las puñetas? Vamos a tratar de explicarnos.
El origen de la expresión en España
En el siglo XIX había en Madrid una prisión, en la calle de Quiñones, donde se acostumbró a que las mujeres presas saldaran sus cuentas con la justicia cosiendo los encajes que los jueces llevan en la bocamanga de sus togas, también conocidas como puñetas.
De manera que si alguien le decía a una mujer “vete a hacer puñetas”, lo que en realidad le estaba queriendo decir es que dónde mejor estaba era en la cárcel. Una forma un tanto expeditiva y brusca de quitarse a alguien de encima.
La puñeta
Pero la palabra puñeta ya circulaba en castellano antes de que se popularizara la expresión en la capital de España. Puesto que puñeta viene de “pugnus”, palabra latina, una puñeta es un puño cerrado y comenzó a usarse como sinónimo de masturbación masculina especialmente en Portugal, donde se decía “punheta”. En España esta acepción no prosperó, pero parece que hizo fortuna en los países del sur de América, seguramente por su cercanía a Brasil, e incluso en México se sigue usando. Aunque en este último país, la palabra derivó en un insulto para decirle a alguien que está bien atontado o que es poco inteligente: “Pedrito es un puñetas”.
En otros países de habla hispana también se usa simplemente como una expresión de disgusto. Es muy común en Puerto Rico: “Puñetas, ya se me hizo tarde”.
Vete a hacer puñetas
Hoy en día, es obvio, cuando le decimos a alguien que se vaya a hacer puñetas no estamos pensando en las togas de los jueces. En todo caso, en España la expresión “vete a hacer puñetas” arraigó y se usa para despreciar a alguien o despedirse despectivamente de él. Sería el equivalente al más prudente “déjame en paz”.
No obstante, visto desde hoy, “vete a hacer puñetas” es prácticamente una forma caballerosa de apartar a alguien. Y si vivimos en España lo habremos escuchado muchas veces especialmente en boca de gente mayor. Hoy, habitualmente, se dicen cosas más groseras y menos cuidadosas, como “vete a tomar por el c.” o “vete a la m.”.