Muchos de nosotros, cuando eramos niños (o niñas) usábamos a menudo la expresión «ajo y agua». ¿Para qué? La usábamos del mismo modo que decíamos “te fastidias” o “ahora te aguantas”. ¿Qué tiene que ver el agua y el ajo con la resignación? Evidentemente nada. Se trata de un eufemismo. Pero además, ajo y agua están presentes en todo momento en nuestra cultura y, por tanto, con los años, la sabiduría popular ha acuñado infinidad de refranes con ellos. Empezaremos hablando del eufemismo «ajo y agua»
Eufemismos
Para quien no se acuerde bien, lo explicamos. Un eufemismo es usar una palabra más amable para evitar decir una groseria. Es decir, evitar términos malsonantes o que constituyen un tabú. En este caso, como ya habrás intuido, «ajo y agua» es una forma más elegante de decir “a joderse y a aguantarse”.
En el uso coloquial de nuestro idioma hay muchos eufemismos. Es la manera de no incurrir en blasfemias o en palabras malsonantes. Y, dependiendo de los contextos, te aconsejamos que las uses. Aunque, al final, cada quien tiene la libertad de hablar como le plazca. Pero si, por ejemplo, has ido a cenar con los padres de tu novia, es mejor que hagas uso de eufemismos como los siguientes: miércoles (mierda), ostras (hostias), púchica (puta), o mecachis (me-cago-en…).
El origen incierto de ajo y agua
Como seguramente sabes, hay diccionarios de refranes y modismos. Pues bien, en ninguno de ellos aparece el modismo “ajo y agua”. Hay otros muchos, pero no este. Por tanto, podemos deducir que es un dicho bastante nuevo. Un simple juego de palabras más propio de la creatividad escolar que de la tradición literaria de nuestro idioma.
El ajo en en refranero
No cabe duda de que el ajo es un elemento esencial en nuestra cocina. Originario de Asia Menor, fue en Italia donde alcanzó notoriedad. Aunque no siempre gozó de un reconocimiento unánime. En algún momento de la historia se identificó con los inmigrantes y se relacionaba con el mal olor y con la pobreza. Para otros, en cambio, es casi un elemento sagrado. Se usaba para combatir a los vampiros, para evitar naufragios y hoy hay quien los sigue enterrando alrededor de su casa para ahuyentar la mala suerte. No es extraño que los encontremos a menudo en medio de refranes muy antiguos. Una pequeña muestra de ellos nos habla de sus propiedades curativas y su presencia en la gastronomía popular.
– Ajo crudo y vino puro, pasan el puerto seguro.
– Ajo hervido, ajo perdido.
– Ajo, cebolla y limón y déjate de inyección.
– Ajo, sal y pimiento y lo demás es cuento.
– Al que trabaja y anda desnudo, ajo y vino puro.
– No hay campana sin badajo, ni sopa buena sin ajo.
El agua en el refranero
Pero si el ajo es parte de nuestra cultura ancestral, ¿qué vamos a decir del agua? Obviamente, somos agua en buena médida. Los refranes elaborados a partir del agua son todo un clásico y un ejemplo inigualable de sabiduría. Seguro que conoces muchos. En este caso, te compartimos algunos especialmente curiosos
Del agua mansa líbreme Dios, que de la brava me libraré yo (en ocasiones, la apariente tranquilidad esconde los mayores peligros).
Agua estancada, agua envenenada (no hay nada peor que la inmovilidad).
Después de los años mil, vuelven las aguas a su carril (con el paso del tiempo, todo efecto se amortigua; invitación a la paciencia).