Todos quienes escriben textos académicos, incluidos los famosos Trabajos de Fin de Grado (TFG) que hoy se exigen a los estudiantes universitarios en muchos países, se han enfrentado al desafío de citar las fuentes de las que han bebido para documentar su trabajo. Es, de hecho, una tarea obligatoria si queremos evitar el plagio. Además de que está mal visto, nos ayudará a aprobar o a publicar. Así que aprender a poner citas y referencias bibliográficas en una publicación es una tarea que no podemos evitar por mucho que nos disguste, si queremos obtener un título o publicar en una revista especializada.
En ocasiones, cuando quien escribe no domina las normas, este ejercicio acaba por volverse una pesadilla. Y, sin embargo, como todas las cosas en la vida, si lo hacemos tratando de dar lo mejor de nosotros mismos, puede ser un ejercicio no solo indispensable sino muy fructífero. ¿Quieres saber cómo citar correctamente? En este artículo te daremos unas pautas básicas que te ayudarán a entender que no es una tarea imposible.
Hacer citas y referencias consiste, sobre todo, en establecer un diálogo con otros autores que nos han precedido. Por eso decimos que, además de necesario, puede ser apasionante si realmente estamos interesados en el conocimiento. Citando las fuentes podemos enriquecer nuestros argumentos y ofrecer a nuestro lector, de forma transparente, la trastienda de nuestros razonamientos. Es decir, aquello que le permite entender cómo hemos llegado a conocer determinados puntos de vista y a establecer nuestras conclusiones.
Citas y referencias bibliográficas: semejanzas y diferencias
Las citas y las referencias bibliográficas son cosas diferentes que tenemos que distinguir, pero con un origen y propósito común. Y, por supuesto, complementarias.
Cuando hablamos de citas nos referimos a unas breves indicaciones que añadimos sobre el mismo texto. Podemos hacerlo, como se acostumbra hoy en día, usando unos paréntesis. O también con notas a pie de página.
En cambio, las referencias bibliográficas son un tipo de notas más completas. Se ponen al final del documento, en orden alfabético, y llevan una información más extensa sobre la fuente que hemos utilizado. Por lo general, si hablamos de trabajos académicos, las referencias bibliográficas deben elaborarse a partir de las citas que hemos puesto en el texto. Dicho de otra manera, no se trata de poner en la bibliografía cualquier cosa que hayamos leído o pretendido leer, sino aquellos libros, revistas, páginas web, programas de televisión, etc., que hayamos citado previamente en el texto.
Varios estilos de citas y referencias
Toda vez que hemos dejado claro por qué es importante citar nuestras fuentes y la diferencia entre las citas que colocamos en el texto y las referencias más largas que van al final de mismo, conocidas también como bibliografía, conviene aclarar que hay varios estilos de citación. Los más usuales son los siguientes:
APA: sus siglas corresponden a American Psicological Association. Empezaron a usarse en el siglo XIX por un grupo de psicólogos y antropólogos. Como el resto de los estilos, se hizo para unificar criterios y códigos y facilitar la lectura en los textos científicos. La norma APA es la más usual en los Trabajos de Fin de Grado y una de las preferidas en todo el mundo. Su última actualización (7ª edición) fue publicada en 2019.
Harvard: el estilo Harvard se desarrolló en la universidad que lleva tal nombre en los años 50.
Chicago: originalmente se conoce como The Chicago Manual of Style. Fue adoptado en 1905 por The University of Chicago Press.
MLA: creada, más recientemente que otros estilos (1985) por la Modern Language Association de Estados Unidos.
Vancouver: Este sistema de citación y referencias fue impulsado por el Comité Internacional de Editores de Revistas Médicas (ICMJE), tras una reunión que tuvieron en Vancouver (Canadá) en 1978.
IIEE: es una variante del estilo Chicago que fue desarrollada por el Institute of Electrical and Electronics Engineers.
¿Cuál de estas normas o estilos es la mejor? No se puede responder a esta pregunta facilmente. En realidad, según sea la especialidad de conocimiento parece recomendable usar una u otra. En Humanidades es preferida la Chicago; los ingenieros eléctricos optan por la IIEE; y en el ámbito de la medicina, se prefiere la Vancouver. Las normas APA es la preferida en las ciencias sociales, aunque se ha extendido a otros campos del conocimiento. Aunque algunos intentos se están dando por unificar criterios, pero no resulta una tarea sencilla.
En cualquier caso, lo que interesa es saber que existen diferentes normas y que tenemos que adecuarnos en un trabajo a una sola de ellas. No son tan distintas, quede claro. Pero priorizan unos aspectos sobre otros que se supone están en consonancia con el contenido a tratar.
Además, las normas de citación establecen criterios de edición más o menos rígidos. Por ejemplo, indican qué tipo de letras debemos de usar, cómo escribir los títulos, qué margenes aplicar, etc. Así que no se te ocurra empezar tu trabajo en la norma Vancouver y terminar con la de Chicago. Son muy parecidas, insistimos, pero tienen especificidades.
Y si estás leyendo este artículo y tienes que hacer tu TFG, seguramente tendrás que saber citar en APA (aunque conviene que revises las normas específicas de tu Universidad)
Diferentes tipos de citas
Vamos a centrarnos primero en las citas y dejaremos la bibliografía para más adelante. Las citas en el texto pueden ser de distintos tipos. Si atendemos al modo en que vamos a reproducir el conocimiento extraído de otro autor, podemos hablar de una cita textual o directa frente al parafraseo.
Una cita textual es aquella en la que, directamente, reproducimos las palabras del autor.
García Calderón (2009) afirma que “no solo el Estado y las grandes empresas ha afectado los intereses de los nativos…”.
¿Y el parafraseo o la cita indirecta? El parafraseo es citar la idea del autor, pero de forma indirecta. Es lo más común. ¿Te imaginas lo pesado que sería un texto académico en que solo hubiera citas directas? Una cita indirecta sería, por ejemplo, así:
Según algunos autores, los intereses de los nativos no solo fueron afectados por el Estado y las grandes empresas (García Calderón, 2009).
Ahora bien, aquí surge otra diferenciación posible que resulta muy interesante. Las normas APA nos ofrecen esta doble posibilidad: ¿nos interesa más poner el foco en el autor de la cita o en la idea en sí misma? Eso depende. Veamos un ejemplo de lo primero:
Trapiello (2020) comienza de este modo su libro sobre la capital de España: “Madrid es una ciudad estrepitosa y bizarra (por decirlo con dos italianismos) y, si se le pilla el punto, fascinante”.
Estamos enfocando nuestro interés en el autor, nuestro admirado Andrés Trapiello.
¿Qué tal que estemos más interesado en la idea que en el autor? Entonces citamos de otro modo:
Son muchos los autores que han destacado que Madrid puede ser “si se le pilla el punto, fascinante” (Trapiello, 2020).
A la primera, en la que el autor se incorpora al texto y a continuación, entre paréntesis, ponemos el año de su obra, se le llama cita narrativa.
La segunda, en la que tanto el autor como la fecha de su cita van entre paréntesis, se le llama cita parentética.
Y, como decimos, la narrativa es más adecuada cuando la cita está enfocada en el autor y la parentética pone nuestra atención sobre el texto. No obstante, esta diferencia es muy sutil y hay quien no la encuentra relevante. En cualquier caso, debemos tener claro que las dos manera de citar son igualmente válidas.
Citas largas y cortas
Por último, cabe distinguir entre citas largas y cortas. Claro, no es lo mismo citar una pequeña idea que un párrafo completo. Todos los sistemas de citación hacen esta diferencia. Nosotros, seguiremos aquí una vez más el modelo APA.
Cuando una cita no sobrepasa las 40 palabras, se considera que es una cita corta y se incluye dentro del texto sin cambiar el formato.
Ahora bien, cuando la cita sobrepasa las 40 palabras, es obligatorio, en el sistema APA, separar la cita del resto del texto con una sangría. Es la llamada cita en bloque.
Referencias bibliográficas
Como decíamos, hay que distinguir entre las citas en el texto y las referencias bibliográficas que van situadas al final del trabajo. Recordamos que estas referencias deben estar en consonancia con las citas que ya se han incluido en el texto. En realidad, es una forma de profundizar en ella y permitir que el lector, si lo desea, pueda consultar las fuentes originales en que se hemos basado nuestro texto.
La bibliografía tiene cuatro elementos básicos: autor, título, fecha y fuente. Como se organiza esta información, en qué orden y bajo qué tipo de códigos, cambia dependiendo de las normas que estemos siguiendo. Por ejemplo, de acuerdo con las normas de la APA, primero va el autor, luego la fecha, a continuación, el título y, por último, la fuente. Veamos un ejemplo. Imagínate que quieres citar en APA un libro que ya has señalado en una cita en el texto. Se trata del libro Madrid, de Andrés Trapiello:
Trapiello, A. (2020). Madrid. Ediciones Destino.
El apellido se pone completo. Luego, tras una coma, la inicial del nombre. La fecha entre paréntesis. El título de libro destacado en cursiva. Por último, la editorial.
Esto es lo que corresponde a un libro impreso. Pero las cosas cambian un poco si se trata de un capítulo de un libro, de un artículo en una revista, de una publicación online, etc.
Una tarea cuidadosa
Ponerle a nuestro trabajo académico las citas en el texto y referencias bibliográficas que necesita es una tarea que necesita hacerse con sumo cuidado. No es fácil, pero se trata únicamente de tomar las normas de citación que nos pide la editorial o la universidad y aplicar una misma lógica a todo el documento. Como es difícil tener en la cabeza todas las indicaciones, lo mejor es tener a mano una guía completa de la última edición del sistema que vamos a aplicar. Por ejemplo, en el caso de que apliquemos las normas APA, en su 7ª edición, este sería nuestro manual de referencia: https://www.ucentral.edu.co/sites/default/files/inline-files/guia-normas-apa-7-ed-2020-08-12.pdf
Y si, así todo, no terminemos de sentirnos seguros, siempre podemos acudir a un editor especializado en este tipo de tareas. En Escribir Bien y Claro estaremos encantados de ayudarte.