Pocas veces un cantautor, de esos que antes llamábamos comprometido, despierta tal unanimidad. Latinoamérica y el resto del mundo reconocen en Pablo Milanes, el cantante desaparecido este martes 22 de noviembre en Madrid, un talento musical descomunal y una voz poética inconfundible, marcada por la ternura de sus composiciones y la sencillez interpretativa. Desde Sergio Ramírez a Maduro, pasando por Petro, Obrador o Sánchez, la clase política a un lado y otro del Atlántico ha mostrado su respeto hacia el músico cubano. Incluso las autoridades de la isla, bien es cierto que fríamente, no han dejado de mostrar hoy su reconocimiento a un artista que otrora fuera su mejor bandera. El acuerdo es aún mayor en el mundo de la cultura y, sobre todo, entre un público inmenso, que abarca varias generaciones, que amaron y soñaron con canciones como Yolanda (dedicada a su segunda esposa) o De que callada manera.
La nueva trova cubana
Junto con Noel Nicola, Silvio Rodríguez y otro jóvenes músicos cubanos, Milanés formó parte de la llamada nueva trova cubana, un grupo auspiciado por las autoridades de la isla y que transmitió por todo el mundo el sueño de una revolución que vibró en sus canciones con una hermosura y profundidad poética digna de una realidad más afortunada. Un sueño que se extendía por todo el continente y hacía vibrar los corazones de quienes aspiraban a un mañana mejor. Milanés, conmovido por el asesinato del dirigente comunista chileno Miguel Enríquez en 1974 compone: “Yo pisaré las calles nuevamente / de lo que fue Santiago ensangrentada / y en una hermosa plaza liberada / me detendré a llorar por los ausentes”. Un himno inolvidable, tan eterno como Yolanda y como el propio Pablo.
Lealtad a la revolución
La lealtad que Pablo Milanés tuvo con la revolución cubana se puede calificar de legendaria. A pesar de haber estado dos años preso en uno de esos campos de reeducación que en los años 60 arruinaron la vida de miles de homosexuales y librepensadores cubanos, como el poeta Reinaldo Arenas, el cantante que salió de esta experiencia siguió siendo fiel a los ideales de la revolución; aunque eso sí, no dejó de tomar distancia, cada vez mayor, con sus líderes.
La ruptura
En los años 90, llegó la ruptura con el regimen y su alejamiento definitivo de otras voces con las que había compartido media vida. En especial fue llamativo su distanciamiento con Silvio Rodríguez, quien a pesar de la amistad mancillada le dedicó a su muerte unos versos hermosos que recuerdan sus mejores momentos a duo. Su sensibilidad y hondo sentido de la justicia llevó a Pablo a defender los grupos opositores a la dictadura que todavía hoy se juegan la libertad en el país que tanto amó. Como Camus, Pablo Milanes siempre tuvo claro que, puestos a escoger, estaba antes con la gente sufriente que con el falso slogan de una justicia que atropella a los débiles en nombre de quimeras que acaso sirven a un puñado de jerarcas.
Tenía 79 años, un ramillete de canciones eternas en su haber y un testimonio de coherencia dificilmente olvidable que adornan su figura en el momento del adiós. En lo que respecta a este humilde escribiente, me quedo con el inicio de la canción de amor, a mi juicio, más hermosa de toda la historia:
Todavía quedan restos de humedad
Sus olores llenan ya mi soledad
En la cama su silueta
Se dibuja cual promesa
De llenar el breve espacio
En que no está.