En tiempo de guerra, la censura siempre reaparece. Es inevitable. Y la invasión de Ucrania por parte de Rusia no podía ser una excepción. Obviamente, pensamos primero en la censura de Putin y sus obscenas campañas de desinformación. Pero la cosa no termina ahí. ¿Es justo que los opositores a Putin en Occidente censuren los canales de noticias rusas? Puede que haya quien piensa que en tiempo de guerra todo está permitido. Pero la buena literatura nos enseña a desconfiar de toda verdad absoluta, también la “nuestra”.

Corrección política en tiempos de guerra

En estos tiempos de corrección política, hemos asistido a un intento de los países occidentales por laminar moralmente al enemigo. Todo lo que suene a ruso parece caer en desgracia. Los casos más absurdos se han producido este año en el ámbito de la música en Europa y Estados Unidos. En Múnich, un director de orquesta fue despedido por no condenar la invasión rusa. La función de verano del Ballet de Moscú en Londres fue suspendida. En Nueva York una soprano rusa fue sustituida por otra italiana en una ópera. Pero no solo los artistas rusos vivos han sido censurados. En algunos casos también los muertos. Es el ejemplo de Dostoievski. ¿Es razonable? Nunca hay ni habrá razón para prohibir la literatura, ese maravilloso arte que ensancha el conocimiento humano, sea cual sea la nacionalidad de su autor.

Dostoievski censurado en Italia

En la Universidad de Bicocca, Milán, durante el pasado mes de marzo estuvieron a punto de censurar un curso sobre Fiódor Dostoievski. Por suerte, finalmente, las protestas de un puñado de mentes lúcidas obligaron a que los académicos con tendencias inquisidoras dieron marcha atrás. El senador Matteo Renzi escribió: «Prohibir estudiar a Dostoievski como acto contra Putin significa estar locos. En este tiempo hace falta estudiar más, no menos: en la universidad hacen falta maestros, no burócratas incapaces”.

La literatura: escuela de complejidad humana

El hombre no es bueno por naturaleza, como creían los escritores utópicos. Tampoco malo. Es simplemente real. Y, por tanto, libre e impredecible. Eso es lo que nos enseñó Dostoievski. Otras de sus lecciones: a veces sentirse víctima es más satisfactorio que ser un ganador; hurgar en las heridas puede causar placer. ¿Quién mejor que Dostoievski puede enseñarnos a vislumbrar qué hay detrás de la invasión rusa?

La literatura es, ante todo la que es de buena calidad, una escuela para el alma, un mapa para ayudar a descifrar el mundo en que vivimos y hacerlo mejor. Todo lo contrario, a lo que proclaman los intolerantes, procedan de la trinchera que procedan.

Uno de los personajes más célebres del autor ruso, el inquisidor, habla de un enfrentamiento entre dos visiones de la vida y de la naturaleza humana. Una de ellas la encarna Jesús de Nazareth, ese ser humano auténtico e irrepetible que afirma que la bondad solo tiene sentido cuando se ejerce desde la libertad. La otra visión de la vida es la que aspira a la felicidad, desprendiéndose de la libertad, y “estrechando” la naturaleza humana.

En pocas palabras, siempre habrá partidarios de cercenar la libertad artística para llegar a tal o cual objetivo. Y habrá quien defienda, como el novelista, que solo abrazando la complejidad y dejándonos cuestionar por ella alcanzaremos la verdad que buscamos. En definitiva, Putin y Dostoievski solo tienen en común su nacionalidad.