En estos tiempos en que pareciera que el periodismo se ha distanciado de su razón de ser, atribulado entre un cruce de intereses que raramente coinciden con el bien público, el jurado del Premio Gabo otorga cada año, coincidiendo con el natalicio del escritor Gabriel García Márquez, un reconocimiento especial a un periodista que demuestre talento, integridad, compromiso por la verdad y coraje para no someterse a las presiones de poderes ocultos y de otros que ni siquiera pretenden esconderse. Periodistas tan significados como Javier Restrepo (Colombia), Juan Villoro (México) o Ignacio Escolar (España) han recibido el galardón en otras ediciones. Este año, un jurado compuesto por tan ilustres plumas como las de Sergio Ramírez, Leila Guerreiro o Martín Caparrós, ha concedido el premio a la joven periodista Jennifer Ávila. De este modo se reconoce su trayectoria y el valor para impulsar un “periodismo de investigación en un país en el que las mujeres y los defensores del medio ambiente, minorías étnicas y derechos humanos son objeto de violencia histórica”.

A «Contracorriente”

Hacer periodismo independiente en un país donde la prensa está tradicionalmente tarifada y donde casi un centenar de comunicadores han sido asesinados en lo que va de siglo es, definitivamente, luchar contracorriente. Quizás por ello, cuando Jennifer Ávila y Catherine Calderón, decidieron hace 5 años impulsar un nuevo medio digital con el objeto de devolverle a la población su derecho a estar informada, le pusieron a este el nombre de “Contracorriente”. En tan solo un lustro, la calidad de sus reportajes y la independencia de criterio ha convertido a este medio en una referencia clave del periodismo centroamericano.

Coraje y determinación

La periodista Jennifer Ávila no ha estudiado en ninguna de la grandes universidades de América ni procede de un entorno especialmente proclive a la libertad de expresión ni de pensamiento. Nació y creció como periodista en la ciudad de El Progreso, Honduras, en el fértil valle del sula que otrora fuera epicentro de la producción mundial de banano. Un lugar caluroso y polvoriento, desasosegado por el abandono y el expolio al que lo ha sometido la clase política local, donde no existe una sola biblioteca pública y que, a buen seguro, hubiera evocado en Gabriel García Márquez su imaginario Macondo. Con la misma determinación que una vez el colombiano demostró para escribir, en medio de la penuria económica, la novela más exitosa del siglo XX, Jennifer Ávila se ha propuesto que el periodismo retome la senda de la libertad en su país. Tras unas prolífica estancia en Radio Progreso, una emisora regentada por los jesuitas, que ya cuenta en su haber con el honor de haber sufrido dos cierres tras sendos golpes de Estado, la joven periodista hondureña pensó que era el momento de dar un paso más. Con una oficina prestada, tres compañeros y un puñado de voluntarios, demostraron que se puede hacer periodismo libre en cualquier lugar del mundo, con tal de que haya claridad de ideas, voluntad de servicio y compromiso con la verdad.

Un soplo de esperanza

En un entorno centroamericano dominado por la corrupción, el crimen organizado y la impunidad, donde el autoritarismo vuelve a ganar terreno en forma preocupante y la verdad se ve continuamente amenazada desde diferentes flancos ideológico, contar con medios como Contracorriente, en Honduras o El Faro, en El Salvador, supone recobrar un soplo de esperanza para soñar con una sociedad más justa. Celebramos el reconocimiento a la periodista Jennifer Ávila, una periodista a contracorriente, y mostramos nuestro apoyo a todos quienes, en medio de enormes dificultades, ponen la comunicación al servicio de la democracia.