Más de 300 ONG han sido ilegalizadas en Nicaragua en los últimos años por un Gobierno que tiene a sus principales opositores encarcelados. La crisis política y humanitaria se profundizó tras las protestas que, en abril de 2018, encabezó un sector descontento de la juventud. Varias semanas de rebeldía callejera se saldaron con cientos de muertos, el éxodo de un 5% de la población y la imposición del silencio ante cualquier voz disidente. Desde entonces, el rosario de cierres de organizaciones de derechos humanos o, simplemente, de aquellas que permitan en su seno la disparidad de opiniones políticas, ha sido permanente. Con todo, nadie se esperaba una decisión tan disparatada como es la clausura de la Academia Nicaragüense de la Lengua. Una medida que Gioconda Belli ha recibido con estas palabras: “Llora Rubén Darío por estos bárbaros”. Si quieres saber más sobre esta curiosa decisión y el contexto en que se produce, te invitamos a que sigas leyendo. Compartiremos contigo algunos detalles sobre la Nicaragua de hoy que quizás no conozcas.
El cierre de la Academia
Ortega y Murillo mandan callar. La Real Academia de la Lengua de Nicaragua ha sido cerrada por el Gobierno autoritario de Nicaragua. Es la primera vez que algo así sucede y solo cabe interpretarlo como una medida autócrata más. Pero, ¿de qué se le acusa a la Academia de la Lengua de Nicaragua? ¿En qué puede molestar a un Gobierno? No se la acusa de nada en especial. Pero, como ocurre con otras muchas organizaciones de la sociedad civil, ha sido despojada de su personería jurídica. ¿Por qué? El Gobierno, obsesionado con la tarea de combatir toda suerte de disidencia, hace tiempo que controla al milímetro cada organización que pueda servir de vehículo para que la oposición política reciba apoyo. Se las tilda de “agentes extranjeros” y punto.
Un país mutilado
Cuesta admitir que una revolución que entusiasmó al mundo cuarenta años atrás se haya convertido, de la mano de alguno de sus míticos dirigentes, en una tiranía inmisericorde y cruel. Pero así es. Y aunque haya quien se resista a que los hechos arruinen sus prejuicios, las evidencias hoy son incontestables. Algunos de las circunstancias que ilustran el carácter despótico de este Gobierno son los siguientes:
- En las últimas elecciones presidenciales, celebradas en noviembre de 2021 y que Ortega ganó por cuarta vez consecutiva, los principales opositores políticos fueron encarcelados, incluyendo algunos sandinistas.
- Todas las instituciones del Estado, incluyendo la Corte Suprema de Justicia o la Contraloría General, son manejadas desde el ejecutivo.
- Los Consejos del Poder Ciudadano, presente en cada barrio y en cada ciudad, se han convertido en órganos de espionaje a favor del régimen.
- Más de 100.000 nicaragüenses han pedido asilo político en Costa Rica desde que comenzó la crisis.
- Hay, al menos, 179 presos políticos en las cárceles nicaragüenses, documentados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre ellos 7 aspirantes a la banda presidencial.
- En los últimos cuatro años se han registrado 3259 violaciones a la libertad de prensa.
Una dictadura con todas las letras
Como es sabido, las dictaduras conviven mal con la libertad de expresión. Pinochet, Stalín, Franco o Maduro se parecen en muchas cosas, pero sobre todo en una. Aquel que trata de perpetuarse en el poder, hace lo que puede por evitar que la palabra vuele libremente. Quizás por eso, en este país centroamericano, la sede del idioma ha sido silenciada. Podríamos pensar que la Academia es solo un ente normativo, pero afortunadamente es mucho más. Es la misma Academia que ensanchó nuestra idioma con los americanismos propios de Nicaragua y que integró en su seno a Gioconda Belli o Ernesto Cardenal, poeta sandinista y mlnistro de cultura.
Por cierto que Ernesto Cardenal, el religioso que un día un papa desautorizó por apoyar una revolución armada, terminó sus días como perseguido político de su antiguo correligionario. Paradojas trágicas de una revolución convertida en pesadilla. Al menos, tuvo la satisfacción de decir hasta el último aliento la verdad. Cuando su comunidad de campesinos y artistas fue multada y sus cuentas congeladas, el poeta sentenció: “Ortega y su mujer [Rosario Murillo], que son dueños de todo el país, hasta de la justicia, de la policía, y del Ejército. No te puedo decir más, porque esta es una dictadura”.
El peligroso poder de la palabra
Dice Sergio Ramírez, exvicepresidente exiliado en España, que la rebelión contra las dictaduras comienza siempre por la palabra. Por eso la mayor represión, como siempre, la están sufriendo los periodistas. Durante la dictadura de Somoza, bombardearon el diario La Prensa y asesinaron a su director, Pedro Joaquín Chamorro. Ortega la ocupó militarmente y ha enviado al exilio a sus hijos. En ambos casos, el miedo a la palabra queda patente. Ahora se entiende mejor porque la Academia de la Lengua molesta.
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