En todas las épocas los jóvenes han usado palabras que los distinguen de sus mayores. Es una manera lúdica de manejar el lenguaje. Jugar no es malo y menos cuando uno es un adolescente, la etapa de la vida más en que más nos gusta probar cosas nuevas y en las que tener un código que nos identifique es casi una necesidad. ¿Es malo que los jóvenes hablen así? En principio no. Incluso algunos académicos de la lengua afirman que esta continua experimentación con el lenguaje produce en ocasiones hallazgos interesantes que pasan a formar parte del acervo común y, por tanto, del Diccionario. Te contaremos algunas curiosidades al respecto en esta entrada.

De “tronco” a “bro”: todo un clásico

¿Qué palabra puede estar más en boca de un joven que la que sirve para identificar a su compañero o colega? En toda época y latitud hay formas de expresar ese gusto por caminar juntos en la vida. En España hace unos años era común decirle “tronco” a tu amigo o compañero. Hoy se ha impuesto “bro”, ese diminutivo de “brother” que, a pesar de estos tiempos de lenguaje de género, igual sirve para un hombre que para una mujer. Pero cuidado, no en todos los países de habla hispana estas palabras significan lo mismo. Por ejemplo, si hablamos de un “tronco” en Colombia, más bien estamos hablando de alguien lerdo o lento. Muy utilizado, por ejemplo, para referirse a un jugador de fútbol poco hábil. Por otra parte, encontramos entre el léxico juvenil de América Latina otras muchas palabras que sirven para expresar la camaradería y la amistad: “carnal” en México; “maje” en Honduras; o “pinky” (si es una chica) en Argentina.

Influencia predominante del inglés

No es de extrañar que sea el inglés el idioma del que más se nutre el argot juvenil. Esto es así desde hace muchos años, pero en la actualidad los “préstamos” léxicos del inglés son casi imprescindibles en la boca de un joven. Entre las palabras más comunes hoy entre jóvenes hispanohablantes de ambos lados del océano, los nacidos en torno al comienzo de este siglo (generación Z), está “crush” (amor platónico o a primera vista), “cringe” (sentir vergüenza ajena) o “ramdom” (algo aleatorio).

Las que ya entraron en el Diccionario

No es extraño que, tras unos años de experimentación, estas palabras que un día surgieron como términos jóvenes, que diferenciaban a sus usuarios de los adultos, acaben envejeciendo y pasando a formar parte del Diccionario. Hoy ya no las usaría ningún joven para identificarse como tal, pero todos las conocemos. Son palabras como “botarate”, tan propia de lo “boomers” (nacidos entre 1945 y 1960), o “postureo”, propia de los millennians (aquellos que llegaron a su vida adulta con el cambio de siglo) o “bestial”, palabra que empezaron a usar los jóvenes cien años atrás y que hoy encontramos en el Diccionario con aspecto «viejuno».

¿Cuidado con el argot?

Tal y como decíamos al inicio de esta entrada, el argot juvenil no tiene nada de malo. Es parte de la vida de todo joven y ayuda a nuestra lengua a “hacer músculo”, a renovarse. Solamente hay un pero. Ningún problema cuando un joven puede mantener diferentes registros. Es decir, puede hablar con sus amigos con su argot particular y expresarse con otro registro cuando está en el colegio o acude a una entrevista. El problema estaría en comunicarse solo con el argot. En ese último caso, considerando que los adultos utilizamos a diario una mil palabras (de las 100.000 que están disponibles) y los jóvenes solo una cuarta parte, el adolescente que se limita a hablar con sus propios códigos, puede tener un problema que tendrá efectos negativos en su trayectoria profesional con el pasar del tiempo.