Hace hoy 42 años, la guerrilla popular del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) entró en Managua y puso en fuga a Anastasio Somoza Debayle y sus allegados. Era aquella una dictadura inclemente que, durante también 42 años, se mantuvo en el poder a sangre y fuego. Aquella revolución que encandiló a medio mundo inició una profunda reforma agraria, llevó a cabo una épica campaña de alfabetización y tuvo que enfrentar una guerra injusta patrocinada por los Estados Unidos. En sus primeros años, todo parecía posible. Pero el sueño se fue desvaneciendo. Cuando su comandante principal regresó al poder en 2007, lo terminó de enterrar y comenzó su propio ascenso como aprendiz de tirano. De la utopía de entonces ya no queda nada. Pero perviven un conjunto de canciones y poemas maravillosos que ensancharon nuestro idioma y nuestra concepción del mundo. Y un trovador excepcional, Carlos Mejía Godoy, un revolucionario del idioma que nos enseñó que lo campesinos de su tierra hablaban como poetas.
Cómo las canciones de Mejía Godoy nos suliveyaron a todos
Hace falta tener cierta edad para acordarse. Corría el año 1977. Una canción nicaragüense, cantada por un grupo hasta entonces desconocido, triunfaba en toda Latinoamérica y conquistaba el número 1 en España. Lo hacía con palabras que nunca habíamos oído y que, sin embargo, comprendíamos perfectamente:
Son tus perjúmenes mujer, los que me suliveyan.
Mejía Godoy y los de Palacagüina ganaban el Festival de la OTI con esta canción e inundaban las ondas radiales y las televisiones de un lenguaje fresco que, en definitiva, procede del idioma colonial pero pasado por el tamiz de campesinos nicas que parecen dotados singularmente para la lírica.
Así conocimos a Quincho Barrilete, a Clodomiro el ñajo o a la Tula Cuecho, por nombrar solo algunos de los más conocidos personajes que sin duda hicieron más que nadie por dotar a la revolución nicaragüense de una imagen de ternura y facilitar que el planeta entero simpatizara con el sandinismo.
Carlos Mejía Godoy, un revolucionario del idioma: su guitarra armada
Uno de los discos más originales que se ha compuesto nunca fue Guitarra Armada. En él, el grupo de los Mejía Godoy enseñaba a usar un arma en cada canción.
¿Qué es el Fal? Preguntó una vez Juan Lindo
Le contestó Gumersindo con acento popular:
Compa Juan, ese animal tira todo
Si le agarra bien el modo
Con usted va a charchalear.
Aquella guerrilla que tomaba Managua cantando no podía traer nada malo. Nadie lo expresó mejor que Julio Cortazar: «Nicaragua, tan violentamente dulce». Eran las armas que conquistaban la paz y el futuro para la inmensa mayoría de los nicas y, de rebote, hacían soñar a toda Centroamérica con un destino propio, alejado de la injerencia del vecino del Norte.
Lo más auténtico e imperecedero de una revolución
En 2018, tras participar activamente en las protestas contra Daniel Ortega, que se saldaron con cientos de muertos, desaparecidos y exiliados, Carlos Mejía Godoy se fue del país, temiendo por su propia vida. Se cerraba el círculo de este maravilloso artista que trascendió las fronteras de Nicaragua y del idioma. Los que pretendemos escribir para que nos entiendan, tenemos desde entonces un maestro excepcional. Es posible que la revolución fracasara, que sus líderes terminarán convirtiéndose en tiranos iguales o peores a los que combatían, pero nadie nos quitara la extraordinaria alegría con que hace cuarenta años cantábamos a Nicaragua y reinventábamos un idioma que, como nunca en su historia, parecía estar hecho de puro amor:
Cuando yo la vide, ¡Dios mío qué embrollo!
Sentí el pellejo como carne pollo
Al tenerla cerca me puso zurumbo
Palabra de Dios se me jueron los pulsos.
Las revoluciones pasan y los seres humanos están hechos de barro. Pero el arte, cuando es de verdad, es imperecedero.