Nuria Amat, nacida en 1950, presentó el pasado 30 de mayo sus Memorias de una mujer libre. La que en su día (2009) fue calificada por Juan Goytisolo como mejor novelista del momento, sigue siendo una voz poco conocida entre el gran público. Quizás se deba al paternalismo machista, como sentenció el propio Goytisolo. O a su empeño, siendo bilingüe, de escribir en castellano en Cataluña. O quizás al hecho de que toda su vida ha huido de etiquetas y clasificaciones fáciles. Tanto que Carlos Fuentes habló de ella como una “autoría solitaria, desubicada”. Si te apetece saber un poco más sobre Nuria Amat y su último libro, te sugerimos que sigas leyendo. En unas pocas líneas te daremos alguna de las razones por las que, si aún no lo has hecho, deberías acercarte a su obra y, más concretamente, a sus memorias.
Contra las fronteras
Si algo caracteriza de forma inequívoca la vida y obra de Nuria Amat es sin lugar a duda su desprecio por las fronteras. Nacida en Barcelona, la ciudad a la que siempre vuelve y a la que ama apasionadamente, su vida ha transcurrido en múltiples escenarios. Vivió en Berlín y en París y, al otro lado del oceano, en Estados Unidos, México y Colombia. Quizás por eso Amat siempre ha huido del nacionalismo independentista, al que no duda en calificar con palabras gruesas: “el nacionalismo es un virus que se contagia rápidamente. Sólo hay que ver la estructura copiada que mantuvieron los peores nacionalismos de la historia: nazismo, estalinismo y franquismo”.
Su relación con Latinoamérica
La primera pareja de Nuria Amat fue el escritor colombiano Oscar Collazos. A partir de entonces, la novelista busca su propia voz más en contacto con la narrativa de América Latina que con la que entonces se fraguaba en España. Fue amiga personal de García Márquez, Brice Echenique, Donoso o Vargas Llosa, en aquellos años en que Barcelona se convirtió en el epicentro del “boom”. Más allá de la amistad, a Nuria Amat le apasionó siempre el alma creativa de los narradores. Sobre Juan Rulfo escribió una biografía memorable: “El arte del silencio”. Las misma Amat justificaba de este modo su intromisión en otros marcos culturales: “La gente pensará ‘¿qué hace una catalana escribiendo sobre Rulfo y sobre Colombia?’. La literatura llega mucho más lejos de lo que puede llegar un cohete supersónico.”
Escritora polifacética
Como acabamos de decir, Nuria Amat es, además de novelista de extraordinarios relatos como El Sanatorio, autora de ensayos reconocidos por su profundidad y elegancia, como el ya citado sobre el autor de Pedro Páramo. Pero, además, Amat ha incursionado una y otra vez en la poesía. Y en ese género su destreza literaria no es menor. Sus vena lírica destila una emoción contenida que no deja indiferente. Pero, sobre todo, como en el resto de sus obra, en sus versos nos encontramos con una voz auténtica, desprovista de todo artificio. En su poemario “Amor impuro”, cuyo título ya nos remite a una percepción del romance poco idealizado, encontramos estrofas tan memorables como esta:
“Lo que toco/ se desvanece,/ lo que amo/ se estropea./ Mi conflicto con la vida/ es tan agudo/ que, entre amar y matar/ apenas veo la diferencia/ de una letra.”
Memorias de una mujer libre
Su útlimo libro supone un repaso a los episodios más íntimos de su vida (muerte de la madre, trauma y terapia incluida), pero también a su circunstancia, que va desde el tardofranquismo a la Cataluña convulsa de nuestros días. Cientos de personajes desfilan por las páginas de esas memorias ofreciendo una visión compleja y sumamente interesante del entorno que le tocó vivir y el camino que ella mismo se construyó a base de talento, inteligencia y arrolladora personalidad. Infancia, crueldad, amistad profunda, política ausente de politiquerías, amores, pasión por el baile. Estos son los ingredientes de unas memorias que se leen con inevitable interés. Y por encima de todo ello, literatura a raudales. La propia, la de sus amigos, la de sus leyendas. ¿Por qué desnudarse en unas memorias? La propia autora responde: «Por necesidad personal y porque pienso que solamente los escritores más impresionables somos capaces de contar nuestras vidas. De ahí la gracia que recibimos al escribirlas».