Foto tomada de elperiodico.com

En 2016, la Universidad de Oxford escogió “posverdad” como palabra del año. Seguro que hemos escuchado esta palabra muchas veces en los últimos tiempos, aunque años atrás no estaba en nuestro repertorio. ¿Qué significa realmente posverdad? ¿Es la posverdad lo mismo que la mentira? Empezaremos por afirmar que es algo diferente y, nos atreveríamos a aseverar, más peligroso. Si te interesa saber más, sigue con nosotros y trataremos de explicarte por qué este término es tan común hoy en día y qué relevancia tiene para nuestra forma de ver el mundo.

Posverdad es un neologismo

Aclaremos primero que esta palabra es un neologismo. ¿Qué significa eso? Muy sencillo, como decíamos al inicio, posverdad no estaba en el diccionario 20 años atrás. Hoy sí que lo está. Como la mayoría de los neologismos, procede de una lengua extranjera, en este caso del inglés. Si nos fiamos de la información que nos brinda la FUNDEU (siempre conviene hacerlo), el término post-truth se empleó por primera vez en 1992. Por cierto que la FUNDEU nos recuerda que se escribe junta y sin t (no post-verdad). Steve Tesich, un dramaturgo norteamericano, reflexionaba con amargura en un artículo sobre el triste hecho de admitir como sociedad que convivimos fácilmente con hechos que, aun sin ser probados, aceptamos por comodidad. En concreto decía: Lamento que nosotros, como pueblo libre, hayamos decidido libremente vivir en un mundo en donde reina la posverdad.

Mentira y posverdad

Mentir, lo que se dice mentir, se ha hecho siempre. Es decir, los seres humanos hemos ocultado la verdad por diferentes razones para obtener habitualmente algún tipo de beneficio o ventaja. Pero lo que es un fenómeno relativamente nuevo es el menosprecio de la verdad. Y en eso consiste este fenómeno que llamamos posverdad. ¿Por qué desprecio? Porque como bien ha explicado Darío Villanueva, ex director de la Real Academia, la posverdad se abre paso cuando «las aseveraciones dejan de basarse en hechos objetivos, para apelar a las emociones, creencias o deseos del público».

Es decir, no nos interesa si algo es cierto o no lo es. Nos interesa si está de acuerdo con nuestras creencias o deseos. En las universidades norteamericanas es común, desde hace algunos años, que un catedrático tenga que rectificar sobre algo explicado en el aula si esto agrede emocionalmente a un alumno. Es decir, de acuerdo a esta forma de proceder, mis deseos o convicciones están por encima de la realidad. Siempre ha ocurrido que los seres humanos nos resistamos a aceptar la verdad si esta nos afecta (como los defensores de la Unión Soviética cerraban sus ojos para no ver los crímenes de Stalin o los europeos se negaban a admitir algunos de los episodios más dantescos del colonialismo). Pero, la posverdad se sitúa en otro plano. No es que se niegue que existió el holocausto o el gulag; es que preferimos pasar por alto algo que sabemos que es cierto y situarnos cómodamente en un espacio en el que uno escoge en qué creer y qué ignorar.

La posverdad en un mundo en crisis

Algunos analistas han relacionado la posverdad con la crisis financiera de 2008. Es posible. Enfadada como estaba la clase media occidental con el descenso de su nivel de vida, algunos comenzaron a darle más importancia a sus propias emociones que a los hechos objetivos. Hay quien afirma que esa actitud es la que está en el origen de la llegada a la presidencia de Trump o del Brexit. Pero la cosa viene de antes. La filósofa Hana Arendt, a quien probablemente hayas oído mencionar, ya reflexionaba sobre este asunto en los años 60. Ella se sorprendía del hecho de que en política ya no se miente sobre cuestiones secretas, sino que se hace abiertamente sobre asuntos que todo el mundo conoce. ¿Qué quiere esto decir? Que la política se parece cada vez más a la publicidad. Poco importa la verdad; importa la persuasión.

Los peligros de la posverdad

Este neologismo, posverdad, nos pone frente a uno de los grandes riesgos de nuestro tiempo. En estos días, con la invasión de Ucrania, asistimos a un nuevo episodio de desprecio por la verdad por parte de algunos sectores. Gracias a los medios de comunicación, todos podemos ver lo que está ocurriendo: matanzas de niños, ataques premeditados contra la población civil, millones de desplazados y refugiados. No obstante, aún habrá quien pueda decir que lo que está ocurriendo es otra cosa y que lo que ven nuestro ojos es un espejismo. Quienes niegan lo que ocurren o le dan otra explicación no mienten. Simplemente, menosprecian la verdad y se quedan cómodamente anclado en las emociones que les aportan bienestar pasajero o seguridad. No hace falta decir que la posverdad y el totalitarismo son conceptos complementarios y que tras este menosprecio de la verdad se encierra un peligroso ataque a la libertad.

Conclusión

Nos hemos ido más allá de lo que a menudo hacemos. Quizás el tema nos convocaba a una mayor reflexión, dados los tiempos sombríos que vivimos. Pero volvamos sobre la idea principal. ¿Qué es la posverdad? La respuesta puede ser sencilla: «una aseveración que no se asienta sobre la objetividad sino sobre nuestros deseos o emociones». ¿En que se diferencia de la mentira? La mentira siempre ha estado presente. Y la manipulación se pone en marcha cuando es necesario ocultar la verdad. Pero ¿qué ocurre cuando deja de importarnos la verdad, cuándo asumimos que todo es relativo y que nuestras emociones subjetivas son tan válidas como las razón objetiva? Entonces estamos el tiempos de posverdad.