Photograph by Richard Burbridge for The New Yorker

El pasado mes de agosto, el escritor anglosajón de origen indio Salman Rushdie fue derribado por un terrorista islamista que, cuchillo en mano, se abalanzó sobre él en Nueva York. Su vida estuvo en peligro y, como consecuencia del ataque, perdió un ojo, la movilidad en la mano izquierda y unos cuantos kilos. Aquel día, el novelista anunciaba que una nueva obra estaba lista para imprimir. Este 9 de febrero esa obra ha sido presentada en lengua española. Su título es Ciudad Victoria. A continuación te contamos detalles sobre esta nueva novela de Rushdie y te explicamos por qué su autor se ha convertido en un símbolo de expresión en todo el mundo.

Ciudad Victoria

Una niña de nueve años llamada Pampa Kampana presencia la muerte de su madre. A cambio, una diosa le otorga poderes y la escoge para dar vida a la ciudad de Biznaga, de cuyo destino cuidará tratando de cumplir con la tarea asignada por la diosa: dar a las mujeres la representación justa en un mundo patriarcal. Esa ciudad mágica que durará más de dos siglos, al igual que su creadora, terminará destruida a causa de la ignorancia y la crueldad.

La crítica ha sido unánime en señalar que se trata de una de las mejores obras de Rushdie, un cuento de hadas asombroso, divertido y evocador. El Financial Times se ha referido a él como una muestra del poder de la palabra, una apreciación que tratándose del autor angloindio resulta especialmente adecuada, pues pocos escritores como Rushdie son testimonio vivo, con su resistencia ante quienes han querido silenciarlo, de cómo la palabra siempre se abre paso a pesar de los obstáculos.

La fetua y sus derivadas

El ayatollah Jomeini dictó contra él una sentencia de muerte que obligó a Salman Rushdie a vivir escondido durante años. Cuando el peligro parecía haber pasado, un idiota (así lo definió la víctima en su primera entrevista ) de nombre Hadi Matar trató de ejecutar aquella absurda sentencia. No lo consiguió. Pero, lamentablemente, las reacciones de los periódicos de Teheran, que celebraron la noticia, ya no nos sorprende ni indignan tanto como antaño.

Vivimos tiempos en que la libertad de expresión vuelve a estar amenazada desde varios frentes. Hubo un tiempo en que la Iglesia Católica dictaba su “imprimatur” sin el cual una obra no podía ver la luz. En nuestros días, cada vez hay más intelectual y académico que se permite el lujo de prohibir lo que supuestamente es inadecuado para nuestro entendimiento. Ayer se prohibía en nombre de una moral estricta cuyos cánones eran dictados por el poder eclesial. Hoy los sacerdotes son otros y hay quien llega a considerar la libertad de expresión como un arma del patriarcado o de la supremacía blanca. Por fortuna, Rushdie sobrevivió al atentado y su palabra, luminosa y sin corsés, sigue llegando fresca y limpia hasta sus lectores.